19 julio 2006

Tokio

asi comienza Tokio

(así comienza Tokio y estoy viendo como sigue)

(...) “en todas las batallas los primeros en ser vencidos son los ojos”
Tácito. Agrícola Germania. Diálogos sobre los oradores.

1. SILENCIO

Es increíble la cantidad de ruidos que tiene el silencio, ruidos que muchos se pierden por impacientes. Zuum...clack...zuum...clack… hacían de izquierda a derecha y de derecha a izquierda los limpiaparabrisas, barriendo los gotones de lluvia que bajaban desde el techo del auto como en un tobogán. Cada tanto uno de los limpiaparabrisas se trababa, mmmgeeeeek, mmmgeeeeeek... clamaba como ahogada la escobilla de goma friccionando contra el vidrio.

Chuk,chuk,chuk,chuk…repetía insistente el motor en marcha, chuck,chuck,chuck,chuck….repetía. Plick,plick, plick, plick... rebotaban las gotas contra el auto. Pedro “El Rubio” empujó el asiento hacía atrás con sus casi cien kilos, kreeeeeek...crució el asiento. Tic, tac, tic,tac, tic, tac… sonaba el punto rojo en el tablero que avisaba de la luz de stop encendida.

Pedro “El Rubio” estiró el brazo hasta la guantera, kreeeeeeeek... volvió a crujir el asiento cuando se inclinó hacía la derecha. Clac!, sonó en seco la tapa de la guantera que Pedro “El Rubio” destrabó y dejó caer con descuido. Metió su mano ruda en la oscuridad del compartimiento, y con sus dedos gordos y torpes revolvió, hurgando a ciegas. Los ruidos se sucedieron sin orden, confundibles en el montón. Pedro “El Rubio” cesó en la búsqueda, sacó un paquete de pastillas Halls y con la misma mano cerró la guantera, clac!, hizo la traba al encastrar.

Como una rata rascando papeles en la oscuridad, así sonaba el celofán transparente desarmándose en los dedos de Pedro “El Rubio”. A eso le siguió el ruido de la saliva mezclándose con el caramelo. Sruuuuuuuuup, sruuuuuup. Un minuto después la primera mordida, crak!, se rompió la golosina aprisionada contra sus muelas. Sruuuuuuup,sruuuuuup volvió a cobrar protagonismo la saliva.

Zummm, clack....zummm,clack, los limpiaparabrisas, kreeeeek, el respaldar, plic,plic,plic,plic....las gotas de lluvia, sruuuuuuuup,sruuuuuup, la saliva, crack! el caramelo rompiéndose, chuuk,chuuk,chuk...el motor en marcha, tic,tac,tic,tac... la luz de stop en el tablero.

Pedro “El Rubio” empujó su asiento hacía atrás lo más que pudo, haciendo presión con la espalda, creeeeeeeek... levantó la vista, alzó la mano y acomodó el espejo retrovisor, geeeeek...hizo el encastre de plástico. Allí estaba, en el asiento de atrás, todavía sin moverse. Ningún ruido, la pequeña nariz apenas si se modificaba con cada respiración. Imperceptible dejaba escapar una constante respiración muda. Apretaba los labios como nerviosa. Sus ojos rasgados y diminutos se abrían y cerraban como en un tic molesto. Ella no dejaba de mirarlo ni por un instante.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

después de haber leído por primera vez la intro de Tokio, después de haberla escuchado más de dos años atrás, vuelvo a insistir en el ritmo que le da el uso y abuso de las imágenes sonoras.
Un recurso finito si las páginas se van sumando pero muy efectivo para el arranque.
My friend: usted quiere saber como sigue esta historia? En su cabeza, en su pc, pero no publicado en este espacio.

PD: y yo que usted laburaría la idea del espejo retrovisor a lo Alan Moore como le aconsejó de manera tácita el amigo Pol.

23/7/06 23:38

 
Blogger jazzbopol said...

Buen retorno, buena lectura, buen blog.
Un abrazo grande mientras, después del break acompañado por la intro de Tokio, continúo devorándome la parte final de La piel fría

25/7/06 14:27

 

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